Blog: una autobiografía profesional

RE- APRENDER LA FORMA

25.08.2014

Algunos arquitectos desarrollan su sentido de la forma a partir de ciertos edificios (Richard Meier), tecnologías de la construcción (Renzo Piano), o el programa (Lina Bo Bardi), pero la mayoría de los arquitectos se someten a los tropos estilísticos du jour de la disciplina, ya sean volúmenes derivados de extrusiones proyectados en el espacio, o pedimentos clásicos. Esto es inherente a una cultura de precedentes diseminados por los medios. Las propuestas originales toman tiempo, y este es breve cuando hay que maximizar los beneficios o conseguir reconocimiento profesional rápidamente. Esta cultura se aprende primero en las facultades de arquitectura, y mi educación en Argentina no fue una excepción: las desviaciones de los cinco puntos de Le Corbusier o sus edificios emblemáticos eran ignoradas o ridiculizadas. Me sorprendió enterarme de que lo mismo ocurría en las escuelas de arquitectura más prestigiosas de Estados Unidos durante las décadas de los años sesenta y setenta del pasado siglo. Mis pares* en Nueva York, como yo misma, estaban intentando librarse de esas agobiantes influencias, aún cuando continuaban desarrollando variaciones Corbusieranas como empleados en los estudios de Richard Meier o Charles Gwathmey, o en proyectos para las casas de sus padres. Buscando recuperar el control de mi habilidad para pensar la forma a partir de nuevas pautas, me acerqué a los artistas con los que había entablado amistad desde mi llegada a Nueva York, en particular Sol LeWitt, Carl Andre, Eva Hesse y Robert Smithson. Me llevaban unos diez años, y ya habían llegado al tipo de certidumbre que yo estaba tratando de descubrir. Lo que me atraía era su manera de considerar problemas formales en su obra. Sol los definía conceptualmente, usando palabras y números para articular instrucciones y anotar dibujos, tanto para “hacer” la forma como para decirle a los fabricantes como hacerla. Cuando comenzó su serie de “Dibujos sobre la Pared” radicalizó ese proceso porque los “fabricantes” de los dibujos debían producir interpretaciones personales a partir de instrucciones escritas. Las mismas, implementadas por dos personas diferentes, producirían resultados visualmente diferentes, haciendo que la forma fuese abierta e indeterminada. Esta era también una característica de las obra de Carl y Eva. Lo que me gustaba del trabajo de Carl era que las obras tenían solo lo que era necesario para comunicar un significado y crear un lugar. Nada más (o menos). La estructura aparentemente uniforme de sus alfombras metálicas era engañosa. Un cambio en el ancho y largo de las baldosas y, sobre todo, en el espesor, textura y color de las mismas, producía resultados inesperadamente diferentes. El uso de materiales blandos que hacía Eva, en conjunción con sistemas formales rigurosos (y hasta rígidos) derivados de la multiplicación de objetos corrientes, me hizo dar cuenta de las posibilidades de modificar lenguajes formales existentes a través de Otro punto de vista (femenino). Todos ellos compartían mi preferencia por estructuras vernáculas y por la realización de obras que pudiesen ser disfrutadas por cualquier observador, sin tener en cuenta su nivel de erudición. El pensamiento de Smithson (más que sus obras) me inspiró a desarrollar herramientas analíticas para entender la estructura oculta de los sitios. La cultura de la arquitectura estaba todavía contaminada por la premisa de que los arquitectos necesitaban desarrollar un estilo personal identificable, como si el estilo fuese lo único que define la arquitectura. Por eso las obras de estos artistas me ayudaron a abrir la puerta para escapar el mundo de las respuestas preestablecidas en relación a las formas. Esa puerta conducía a la difícil experiencia de aprender cómo formular las preguntas que podrían conducirme a la respuesta insospechada. Pero (por supuesto) la “forma” no es todo lo que define la arquitectura.

* Fui la única mujer en el grupo conocido como los “Terrible 12”, que se reunía durante los primeros años de la década de los años 80 del siglo pasado para presentar y debatir obras en proceso de ser diseñadas. Ver el artículo de Abercrombie, Stanley, “Sampling of the Work of an Emerging Dozen.” A.I.A. Journal, Sept. 1980

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